lunes, 22 de septiembre de 2008

Google es como Bush

La francesa Barbara Cassin, filósofa y filóloga, llegó al país para presentar "Googléame", una tesis sobre cómo el buscador controla nuestras vidas.

Barbara Cassin es filósofa y filóloga: su trabajo implica tomar distancia de las cosas, abstraerlas de lo cotidiano. Sin embargo, la inqueitud por Google –que dio origen a su libro Googléame– surgió a partir de una situación muy concreta: un hombre al que ella nunca había visto le dijo: “Yo la conozco, puse su nombre en Google”. Al día siguiente, Cassin se “googleó” y se dio cuenta de que había tres mujeres con su mismo nombre en la web. Una era una oftalmóloga norteamericana y la otra, una teniente comandante de la marina neozelandesa. Por diferentes razones, las tres se confundían entre sí en la red. Confusión que la llevó a investigar y a concluir que Google es la segunda misión de los Estados Unidos: la primera vendría a ser la de Bush contra el terrorismo.

“Es lo que el propio Google dice de sí mismo –explica Cassin–. Uno de sus lemas es: ‘Nuestra misión es organizar toda la información del mundo’. Es una misión universal de la que nadie puede escapar. Y el segundo lema de Google es: ‘No seas malvado’ (que el año pasado fue cambiado por la frase más inocua ‘Búsqueda, publicidad y aplicaciones’). Es explícitamente una declaracion de guerra del bien contra el mal. Y tanto la idea de misión universal como la lucha contra el mal es exactamente lo que predica Bush.”

–En su libro advierte que Google hace a los usuarios prisioneros de sus propios hábitos, ¿qué significa esto?

–Cuando uno busca algo, el mismo Google pone en tu computadora unos cookies que registran todos tus clics. Con ellos arma tu perfil de cliente, como si uno fuera un habitué de determinada casa de citas: la madama sabe exactamente los gustos de sus clientes.

–¿Y así es como hace su marketing?

–Exacto. Lo más curioso es que Google dice que lo que hacen es totalmente moral porque las empresas no pueden comprar un espacio de publicidad determinado. Sin embargo, la palabra que uno usa como clave para buscar algo se vende todas las mañanas en una suerte de mercado de valores. Por ejemplo,“cámara”, en singular, es más barata que “cámaras”, porque cuando uno tipea “cámara”, quiere saber qué es, cómo funciona. En cambio, si tipea “cámaras”, está buscando la mejor para comprarla. Entonces los anunciantes compran las palabras para que su nombre aparezca al costado de la página o del Gmail, cada vez que uno la escribe.

–¿Por eso Google fue mucho más exitoso que los demás buscadores?

–Claro, porque encima dicen que son dos veces buenos: no sólo los anunciantes no interfieren con tu búsqueda, sino que las publicidades que aparecen son especialmente para vos, ¡para ayudarte a encontrar lo que querías!

–Pero para eso te espían.

–Sí, y ahí es donde entra en juego la política de privacidad: el primer proceso que se le inició a Google fue cuando una chica le escribió un mail a su mamá para pedirle la receta de una torta y en la respuesta, además de la receta, recibió anuncios de libros de tortas. Y entonces se dio cuenta de que lo que ella le había escrito a su mamá había sido leído.

–¿Y qué respondieron desde Google?

–Le dijeron: “Nadie lo lee, es un robot, no te preocupes”.

–Pero es un robot que tiene una cantidad impresionante de información. ¿No es peligroso?

–Totalmente, porque incluso las reglas de privacidad y confidencialidad que uno supuestamente acuerda con Google, terminan con la leyenda: “Estas reglas pueden ser cambiadas en cualquier momento, leálas seguido”. Google es un poder trasnacional que puede cambiar las reglas cuando quiera y no tiene –ni debe– decirte lo que hace porque existe una “Patriot Act” en los Estados Unidos en la que obligan a entidades como Google a dar toda la información que tengan siempre que el gobierno se las pida, pero con la condición de que no digan que lo hicieron. Por algo son menos los norteamericanos que usan Google que los europeos. En los Estados Unidos lo usa entre un 60 y 70 por ciento de los usuarios de la net, y en Francia entre un 80 y 90 por ciento.

–¿Es peligroso, entonces, usar Google? ¿O es necesario?

–Las dos cosas. Y no hay que creer que los otros buscadores son mejores. Lo importante es ser más inteligentes, tener una mirada crítica y educar a los chicos para que sepan qué hay realmente en la red y que no tomen gato por liebre."

FUENTE



Otra nota

La filósofa francesa Barbara Cassin apunta contra el poderoso Google por su información “no fiable” y la jerarquización de la información en base a la cantidad de consultas, en lugar de la calidad. Es autora del libro Google-moi: La deuxieme mision de l´Amerique (Googleame: la segunda misión de América), una aguda crítica sobre el alcance cultural, político y económico del influyente buscador de Internet. Admite que hoy es imposible ignorarlo pero niega que “democratiza” la cultura, como proclama Google, y señala que abandonó con rapidez la ética para entrar en el mercado chino, como el resto de las empresas, pero la compañía estadounidense es la única que asegura que “lo hacen de buenos que son”.

Cassin decidió escribir este ensayo, cuya versión en castellano se conocerá en la Argentina en abril, durante la Feria del Libro de Buenos Aires, luego de dos situaciones fortuitas. La primera fue cuando subió al auto de un desconocido para ir a un entierro y éste le dijo: “Yo la conozco, la he ‘googleado’”. Entonces quiso saber qué había leído esa persona sobre ella en el buscador. Encontró además a otras dos Barbara Cassin, una oculista estadounidense que había escrito un libro sobre la visión y entonces se mezclaba con una obra de la filósofa titulado Ver a Elena en todas las mujeres, y una teniente neozelandesa que había coincidido con ella en Sudáfrica cuando estudió la Comisión de Verdad y Reconciliación de ese país. Como resultado de la búsqueda “todo era una confusión”.

La segunda fue en Salónica, en un encuentro de bibliotecas, donde escuchó decir a Erich Schmidt, gerente de Google, dos frases motoras de la empresa: “Nuestra misión es organizar toda la información del mundo” y “no seas maligno”. Premisas que para la filósofa sonaron como un silogismo de la “lucha del bien contra el mal” en el planeta del presidente George Bush.

Lo contrario de la cultura

–¿Cómo debe ser a su criterio la democracia cultural?

–Para mí es el modelo griego. Quiere decir que no se concibe sin paideia, sin educación, sin reflexionar en el modo de cómo ayudar a encontrar lo mejor. La cultura de los pequeños griegos es la cultura de los pequeños hombres donde hay una formación. Google no puede por definición misma proceder a la formación; por el contrario, se basa sobre lo que usted es y no en lo que usted podría convertirse. Responde lo que usted espera que le responda y para mí, eso es lo contrario de la cultura. La democracia en términos políticos es dar a cada uno los medios de elegir y reflexionar lo que para él es lo mejor, lo mejor no es igual para todos.

–¿Cuales son sus advertencias a los usuarios habituales de Google que confían en buscador?

–En principio, tienen razón de tener confianza porque es un muy buen buscador y responde a sus demandas. Yo soy filósofa, entonces aconsejo reflexionar sobre lo que hacen, tratar de analizar a lo que los usuarios obedecen, sin saberlo, cuando encuentran buenos resultados de búsqueda. No digo que no haya que utilizar Google, porque se volvió imposible no hacerlo, pero digo que hay que comprender que no se trata de información fiable, como sucede con la web en general, y que lo está en primer lugar es lo que todo el mundo puede poner en primer lugar; por lo tanto no les va a mostrar algo que no sabrían ya de alguna forma como todo el mundo. Pueden encontrar datos pero no van a tener una nueva forma de preguntar, sino que serán prisioneros de sus hábitos y de los hábitos de otros. Entonces, que lo sepan: que no esperen tener una cosa que esté cerca de la cultura, de las obras y del gusto.

–A propósito de la jerarquización, usted habla de “confusión googliana”...

–En el fondo, Google funciona de manera complemente tradicional: cuanto más se cita algo, más sube. Por eso hablo de conformismo, Google es un factor de conformismo absoluto. Sería interesante no estar conforme, es decir, hacerse preguntas singulares, variadas, múltiples, en función de un interés preciso.Una buena bibliotecaria es alguien que propone una organización de saber afín a un objetivo y no una amplia confusión poniendo todo al mismo nivel. Sería importante proponer una invención con otra jerarquización o estructuración diferente de contenidos.

–¿De qué manera se puede estar alerta frente a esta situación?

–Lo primero, no hay que bajar la guardia, o sea que hay que protestar cada vez que uno lo considera necesario. Eso en Google funciona un poco. Por ejemplo, en lo que se refiere a los derechos de una obra, comenzó por digitalizar todo, aún lo que estaba protegido por los derechos, esperando que fuera cada uno quien pidiera salir de la red. Hubo una gran protesta generalizada y tuvo que dar marcha atrás. Esto es un pequeño ejemplo sobre algo tangible pero creo que en cada caso hay que resistir y defenderse.

Palabras en venta

–¿Cómo funciona el marketing en el buscador?

–En cada caso enfocado, es decir que responde a su demanda. Usted quiere saber algo sobre un tema, hay informaciones en la página y también hay otras sobre el margen derecho que son publicidades y que tienen que ver con usted, con la consulta. Es un marketing acotado porque es como si usted pudiera perfilar su cliente. Usted lo ordena más al lugar donde el cliente pregunta.

–Pero en general sucede que el internauta es conducido al lugar donde desea la web...

–Sí, pero mucho menos enfocado que con Google. Cuando uno abre Yahoo hay muchas ventanas que saltan y que no necesariamente es lo que uno buscaba, mientras que en Google sí es lo que uno estaba buscando y por eso es se compra tan caro. Es muy interesante porque hay una bolsa en directo, Google vende palabras todos los días y se compra todos los días. Por ejemplo, la palabra que se vende más caro es mesotelioma, o sea el nombre del cáncer causado por el amianto, porque hay un estudio de abogados que se especializa en mesotelioma y pagaron una fortuna esa palabra para que su nombre aparezca siempre que alguien busque esa enfermedad. Es muy interesante ver que los compradores tienen completa confianza en Google y creen que van a llegar justamente donde ellos quieren llegar. Ese es el triunfo de Google y que hace que gane fortunas en publicidad vanagloriándose de que no hace publicidad, pero esa es la fuente del 99 por ciento del dinero recaudado. Es el triunfo de la esquizofrenia capitalista.

–El “globish”, que en su opinión se convirtió en el inglés de la red, ¿cree que puede afectar a ese idioma en el uso diario?

–El globish parte en mi opinión de una reflexión más general sobre el multilingüismo. Soy experta europea en Bruselas de multilingüismo y encuentro absolutamente aterrador la manera en que la Unión Europa considera al inglés el idioma universal y que nuestras “pequeñas” lenguas, el francés, el español, etcétera, son dialectos que se utilizan en las casas. Para el mundo tenemos que hablar en inglés y ese inglés –que no es el de Joyce ni el de Shakespeare– es un globish, o sea completamente pobre y cuyas obras mayores son los documentos de pedidos de subvención a Bruselas. Es terrible.

–Cuando seis presidentes europeos, con Jacques Chirac a la cabeza, propusieron un proyecto alternativo al de Google de digitalizar las bibliotecas, ¿fue para romper ese dominio del inglés, o bien se trató de chauvinismo?

–La política de Chirac de ser el motor europeo y sobre las bibliotecas no tuvo continuidad hasta ahora. No hay necesidad de rechazar la digitalización de Google, pero es necesario exigirle que done de manera plena y completa la propiedad del trabajo, que respete el derecho de autor y que tengamos la posibilidad de usarlo a nuestra manera, que es distinta. Según la información que poseo, el único contrato hecho público fue con la Universidad de Michigan, la primera que le concedió la digitalización de su biblioteca, y Google le dio la propiedad del trabajo con condiciones draconianas para su uso, o sea nadie tenía ocasión de usarlo, excepto investigadores de tal o cual lugar. Es decir que Google se reservaba la parte del león. Eso es escandaloso. Además, es estúpido e irónico que haya libros de Víctor Hugo en francés en bibliotecas de Estados Unidos pero no en Google.

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